lunes, 25 de abril de 2011

El mundo en español

Los recientes acontecimientos internacionales nos han obligado a utilizar topónimos y gentilicios poco frecuentes. Túnez, el país y su capital, se convirtieron, por obra y gracia de la ignorancia o, peor aún, de la parejería, en *Tunicia, y los tunecinos en *tunicios. Egipto y los egipcios han salido mejor parados y, al final, nos hemos aprendido el gentilicio para los cairotas, los naturales de El Cairo, la capital egipcia. La lejana Pekín, o Pequín, como también puede escribirse, se convierte demasiado a menudo en Beijing; por cierto, no sé cómo tendríamos que llamar al delicioso pato a la pekinesa.

Sin necesidad de viajar tan lejos, muchos vienen a menudo de Miami y Canada (pronunciados en inglés [maiami] y [cánada]) o de Milano, a pesar de que todos estos topónimos tienen su forma genuinamente española: Miami, leído tal y como se escribe, Milán y Canadá, con sus tildes de toda la vida en la a final, por ser palabras agudas terminadas en vocal y ene. La hispanización de los topónimos extranjeros los somete a las normas de acentuación de nuestra lengua: París (Paris en francés) y Berlín (Berlin en alemán) son agudas en español y llevan tilde porque terminan en ese y ene, respectivamente, aunque en sus lenguas no la lleven.

Solo para los topónimos extranjeros que no cuentan con una forma asentada en español se aconseja la transferencia fiel de la forma en su lengua original. La recomendación académica es conservar la forma tradicional española, si existe, siempre que hablemos o escribamos en español.

martes, 19 de abril de 2011

Enhorabuena

Con ocasión de mi reciente ingreso como miembro de número en la Academia Dominicana de la Lengua he recibido muchas enhorabuenas y parabienes, que agradezco sinceramente. Uno de nuestros lectores aprovecha para consultar, y hace bien, acerca de la forma correcta de escribir este término pues duda si hacerlo en una o en varias palabras.


 

El sustantivo enhorabuena, que significa 'felicitación', siempre se escribe en una palabra. Nació de la expresión en hora buena, utilizada para felicitar o para expresar aprobación por algo con lo que se está de acuerdo. En su función de adverbio podemos escribirla en una sola palabra o en varias, aunque se está imponiendo la forma simple: "Si has decidido casarte, que sea en hora buena". Existen también, con el mismo significado, las expresiones en buen hora y en buena hora, que conservan cierto regusto añejo.


 

Un precioso sinónimo es el sustantivo parabién, que surgió a partir de la frase de felicitación para bien sea. Si en lugar de una aprobación queremos expresar contrariedad o desaprobación, podemos recurrir al adverbio enhoramala o a las locuciones en hora mala, en mala hora o en mal hora: "En mala hora se me ocurrió ir a la playa con este tiempo tan desapacible". Como vemos, se trata de un procedimiento habitual de creación de palabras en español.


 

Enhorabuena y parabién son palabras hermosas. Tenemos las palabras; lo que necesitamos, en estos tiempos de incertidumbre y malas noticias, son motivos para usarlas con más frecuencia.


 

lunes, 11 de abril de 2011

Merengue sin güira

    Algunos signos ortográficos han protagonizado esta columna durante las últimas semanas. Son marcas gráficas que ayudan a que podamos leer e interpretar correctamente los textos escritos. Nuestros lectores nos consultan acerca del uso de la diéresis, también conocida como crema, esos dos puntos que colocamos horizontalmente sobre una vocal. En nuestro sistema ortográfico solo tienen una función: indican que la letra u debe pronunciarse, cuando aparece después de g y antes de e o i. Se trata, por tanto, de un signo diacrítico, como lo es la tilde, que le otorga un valor especial a la letra sobre la que se coloca.

    Es un signo imprescindible para nuestro hermoso topónimo Higüey o para los gentilicios higüeyano o nagüero; tenemos muy vistos, demasiado, a los guagüeros y, desde luego, nos gustaría ver más cigüitas correteando por ahí; sin güiras y sin güireros no hay quien interprete un buen merengue; a las ramas de las palmas a las que se les han desprendido los frutos las conocemos en la República Dominicana como tirigüillos y, con una preciosa metáfora popular, esta palabra sirve para nombrar a una persona que muestra mucha delgadez.

    La modestia de la diéresis no significa que carezca de importancia. Si no la colocamos en el lugar necesario estaremos ante una falta ortográfica, que no hablará bien de nuestra formación y que dificultará la correcta lectura de los textos que escribamos. Higüey sin diéresis se queda tan desabrido como un merengue sin güira.

miércoles, 6 de abril de 2011

Unas cuantas tildes menos

    Entre las novedades que nos ha traído la nueva ortografía académica se encuentra la eliminación de la tilde en tres casos concretos. La regla general es que las palabras que tienen una sola sílaba no se acentúan ortográficamente. Existen, no obstante, casos de uso de la tilde para distinguir entre las formas tónicas y átonas de un mismo monosílabo.


 

La Academia propone eliminar la tilde cuando no obedece a esta necesidad de diferenciación. El caso de la conjunción disyuntiva o lo habíamos tratado en una Eñe anterior y es necesario que aclaremos la nueva posición académica. Hasta ahora poníamos la tilde a la conjunción o cuando aparecía entre cifras, para evitar una posible confusión con el cero. La nueva ortografía académica no considera suficiente esta motivación exclusivamente gráfica. La o, por lo tanto, ya no lleva tilde nunca.


 

Un caso muy frecuente es el de los demostrativos: este, ese, aquel, y sus femeninos y plurales. Hasta ahora les poníamos tilde cuando funcionaban como pronombres. Las ocasiones en las que puede existir confusión o ambigüedad entre adjetivos y pronombres son tan pocas que la Academia ha eliminado la recomendación de distinguirlos con la tilde.


 

El acento ortográfico también ha dejado de ser obligatorio para distinguir solo adjetivo ('sin compañía') de solo adverbio ('solamente'). Los contextos confusos son muy escasos y esto hace innecesario el empleo de la tilde distinguidora. Solemos quejarnos de la dificultad de las reglas ortográficas. En estos tres casos la Academia propone una simplificación. Será cuestión de irse acostumbrando.