martes, 24 de diciembre de 2013

Pelota en español II


La semana pasada nos quedó pendiente dedicarles un poco de atención a esos préstamos extranjeros que han demostrado una gran capacidad para aplatanarse. Estas palabras, a pesar de tener equivalentes en español, se han ido arraigando en nuestra expresión diaria hasta el punto de integrarse en su escritura y su pronunciación.

Algunas han modificado la grafía que tenían en su lengua de origen para que su escritura refleje la forma en que las pronunciamos en español. Las denominaciones de tres de los protagonistas indiscutibles de un juego de pelota son buen ejemplo de esto. Los anglicismos originales (pitcher, catcher, umpire), a pesar de tener sus equivalentes en español (lanzador, receptor, árbitro), han arraigado entre nosotros después de atravesar un proceso de “aplatanamiento” léxico: pícher, cácher (o quécher) y ampaya. Su aplatanamiento ha llegado hasta el punto de ayudarlas a formar derivados: pichar, cachar (o quechar) y ampayar.

            Para adaptar las grafías inglesas a las propias de la lengua española la ortografía académica propone unas reglas concretas para cada caso. Las consonantes dobles (bullpen, inning) se adaptan al español reduciéndose a una (bulpén, inin). La h aspirada (home run) se asimila a veces al sonido de la jota (jonrón). Los grupos consonánticos situados al final de la palabra, como el inglés –ing (rolling), suelen adaptarse elimando una de las consonantes (rolin). En algunos casos el esfuerzo de adaptación es mínimo (sinker): solo requiere que coloquemos la tilde según los reglas ortógraficas del español (sínker).
            Seguro que para algo tan nuestro como la pelota siempre podemos encontrar un equivalente en nuestra lengua (montículo, entrada, cuadrangular, etc.). Si, a pesar de todo, nos decantamos por el extranjerismo, no lo olvidemos, siempre será más nuestro si se aplatana.

En trineo o en camello


No sé si entre los presentes que regalarán a sus seres queridos o que recibirán de ellos en esta Navidad habrá algún libro. No sé si las cartas a los Reyes Magos de Oriente, que ya estarán en camino, incluirán libros entre nuestros deseos. El humilde libro ha desertado de las aspiraciones de la mayoría; humilde hasta en su definición en el DRAE: ‘Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte’. En esta definición, como en las buenas definiciones, caben todos los libros y en ellos cabe todo un universo, un universo de vida, de ciencia, de misterio, de historia, de amor, de tiempo.
 
Fernando Savater dice que una biblioteca es como una farmacia, con remedios para todo mal. El primer mal que el libro ayuda a curar es la ignorancia y el segundo, desde luego, la soledad. Como padres deberíamos plantearnos si transmitirles a nuestros hijos el gusto por la lectura no es el mejor regalo que les podemos hacer en esta Navidad. Un regalo enriquecedor, autosostenible (palabrita muy de moda últimamente) y duradero, porque les acompañará a lo largo de toda la vida. Regalémosles a nuestros hijos también la imagen de unos padres que leen y que disfrutan con la lectura.
 
 
No hace mucho leí un mensaje que recordaba una idea sencilla, y brillante, como suelen serlo las ideas sencillas. Cuando alguien nos ofrece un libro como regalo nos está regalando, además, el más bello de los elogios: el de considerarnos lectores. Si lo piensan bien, Santa Claus llevaría con gusto su pesado saco en el trineo y Melchor, Gaspar y Baltasar echarían a andar hacia el pesebre con sus árganas cargaditas de palabras.

martes, 10 de diciembre de 2013

Pelota en español (I)


Estamos en plena temporada de pelota invernal. Además de disfrutar del extraordinario ambiente de los juegos y de la emoción del deporte y la competición, no hay mejor campo para aprender cómo debemos tratar correctamente en nuestra lengua las palabras que importamos de otras.

El vocabulario del beisbol (o béisbol, ambas correctas) ha heredado del inglés muchas palabras. Son anglicismos que presentan distintos grados de adaptación a los patrones de escritura y pronunciación propios del español.

Por supuesto, ante la llegada de un extranjerismo, los hablantes conscientes procuran buscar un término equivalente válido en español, que casi siempre existe: pelota, cuadrangular, mascotín, atrapada, lanzador, receptor; y así innumerables vocablos que rezuman afición por nuestro deporte más popular.

Si, a pesar de la existencia de estas palabras patrimoniales, nos decantamos por un extranjerismo crudo, debemos ser muy cuidadosos con su tratamiento. Los extranjerismos crudos no han sufrido adaptación a los patrones de nuestra lengua sino que conservan su escritura y su pronunciación originaria.

Su uso continuado y el conocimiento del inglés nos los presentan cada vez más como palabras cercanas pero no debemos olvidar que se trata de elementos extraños que empobrecen nuestra expresión. Su uso debe ser muy ocasional y siempre debemos hacer notar en la escritura que se trata de extranjerismos. En la escritura tipográfica los ponemos en cursiva; si la escritura es a mano los entrecomillamos. En el sustantivo play conservamos tanto la grafía como la pronunciación de la lengua de origen por lo tanto siempre debemos incluirlo en cursiva en nuestros textos.

Los extranjerismos crudos no se han adaptado a nosotros. Sin embargo, hay muchos préstamos que demuestran una gran capacidad para aplatanarse. A ellos les dedicaremos alguna que otra Eñe más. 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Artículo sobre el DED por Fernando Casanova en El Caribe de 4/12/13

Un diccionario para conocernos. Artículo de Fernando Casanova sobre el Diccionario del español dominicano

http://www.elcaribe.com.do/2013/12/04/diccionario-para-conocernos

Más palabras


              Los participantes en un taller en que el que enseñábamos a usar el diccionario se sorprendieron al saber que la palabra vaina procede del latín vagina. Esta palabra latina experimentó la misma evolución que el sustantivo latino regina que resultó en nuestro patrimonial reina.
              De uso general en castellano son las acepciones de vaina que se refieren a la ‘funda ajustada para armas blancas o instrumentos cortantes o punzantes’ y a la ‘cáscara tierna y larga en que están encerradas las semillas de algunas plantas’, como las de la habichuela. De hecho, en algunas regiones se conoce como vainas a las judías verdes, nuestras nutritivas vainitas, con un cariñoso diminutivo lexicalizado, como el de la perfumada vainilla 
           Parece ser que su condición de envoltorio ha ido tiñendo el término de ese matiz despectivo que lo ha transformado en la región caribeña en una palabra usada como comodín para cualquier cosa que suene a molestia, fastidio o contrariedad e, incluso, para referirse a algo que no conocemos, que no recordamos o que no queremos recordar o mencionar.
            Evitar el abuso de las palabras comodín es uno de los primeros consejos que recibimos cuando queremos mejorar nuestra expresión oral y escrita. Debemos hacer un pequeño esfuerzo para que nuestras palabras estén llenas de contenido y para elegir las más apropiadas a lo que queremos decir y a cómo lo queremos decir. Propongámonos aprender más palabras e irlas incluyendo poco a poco en nuestro lenguaje diario. Dejemos a un lado las palabras comodín, que siempre se convierten en una vaina.

martes, 26 de noviembre de 2013

La lengua en la calle


              La lengua española nació del latín allá por el siglo IX. Esta información podría quedarse en un sencillo dato histórico si no fuera porque los primeros documentos conocidos de nuestra lengua tienen un encanto especial. Durante la Edad Media los monasterios eran los centros de cultura por excelencia: productores, custodios y transmisores de cultura.
              En tierras españolas de Burgos, en el monasterio de Santa María de Valpuesta, aparecen los primeros testimonios escritos de los balbuceos de la lengua española. La colección de documentos conservados entre los muros castellanos de este monasterio se la denomina como el Cartulario de Valpuesta. Según el tipo de letra en el que están escritos se les da los sobrenombres de gótico y galicano.
              El Becerro de Valpuesta incluye numerosos documentos, los primeros datados en el IX, que registran donaciones que los particulares hacían al monasterio a cambio de bienes espirituales. Los escribientes encargados de dar testimonio escrito de estas donaciones debían hacerlo en latín, que era la única lengua considerada de cultura, puesto que la lengua romance no se consideraba digna para estos menesteres. No crean que me he equivocado. Un cartulario se llama también un becerro, debido a la piel curtida de res con la que está elaborado.
              El filólogo Gonzalo Santonja se refiere a la lengua de los becerros de Valpuesta como un latín en un estado muy evolucionado y lo describe con una imagen vívida: “La lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva, de la calle, que se cuela en estos escritos”. No está de más que, volviendo a nuestros orígenes, nos dejemos asaltar de vez en cuando por la lengua de la calle. 

Comer gallina: una locución muy nuestra.

 
La locución comer gallina se incluye en el Diccionario del español dominicano:
 
comer gallina loc. verb. Conversar una pareja de enamorados. pop. col. Disla Manolo 73 Un domingo en la mañana, estando junto con María Teresa en el patio COMIENDO GALLINA, llegaron Manolo y Minerva, y nos saludamos, abrazándonos felices y contentos.

 

lunes, 25 de noviembre de 2013

Un diccionario muy dulce


Una de nuestras palabras: "quipe".

El Diccionario del español dominicano (DED) incluye la entrada dedicada al sustantivo quipe:

quipe m. Fritura preparada con trigo molido y rellena de carne molida con especias.  Gautier Tiempo para héroes Pormenores 7 Como no le vendían bebidas en el bar, abrió la caja de ron destinada a los Fondeur y, con los QUIPES de Guarionex, se sentó bajo las estrellas, en el área descubierta de proa.
 
 
 

 



 
 





 
 

 

jueves, 21 de noviembre de 2013

Una experiencia humana


El Diccionario del español dominicano me ha aportado grandes experiencias. La experiencia lexicográfica, por descontado, difícilmente podrá ser cuantificada. Son pocos los lexicógrafos que disfrutan de la oportunidad profesional de enfrentarse desde el origen a un proyecto ambicioso e ilusionante como el que hemos vivido en la Academia Dominicana de la Lengua.

Permítanme que hoy deje a un lado esta experiencia profesional y les hable de la experiencia humana. El contacto diario con el español de la calle, de los medios de comunicación, en las aulas, provoca a menudo la sensación de que nada de lo que podamos aportar logrará que las cosas mejoren. El trabajo con el diccionario ha sido el antídoto perfecto. Ha despertado un interés y una expectación que me han servido de acicates a la hora de buscar palabras y expresiones, de analizarlas o de perfilar sus definiciones.

He convivido durante estos años con una inevitable pregunta: La palabra “…”, ¿está ya en el diccionario? Repetida una y otra vez se ha convertido en el control de calidad perfecto para analizar por qué derroteros se estaba moviendo nuestro trabajo. Ha sido la demostración más palpable de que los hablantes dominicanos se saben dueños de una manera peculiar y personal de hablar el español.  

Los diccionarios siempre van a la zaga de la vitalidad de la lengua. Cuando una edición se cierra, otra da sus primeros pasos. La primera edición del Diccionario del español dominicano se ha cerrado. Asistiremos a su lanzamiento el jueves 21 de noviembre a las 6 de la tarde en la Academia Dominicana de la Lengua.

 A la pregunta “¿Está en el diccionario?” solo nos queda invitar a los hablantes a que, si no encuentran una palabra entre las páginas del DED, nos envíen sus propuestas para la próxima edición.   

 

martes, 12 de noviembre de 2013

Nuestro diccionario en cifras


En la Academia Dominicana de la Lengua hemos cumplido un sueño: el Diccionario del español dominicano. Las cifras hablan de los resultados.

Nuestro diccionario incluye casi once mil entradas. Si nos imaginamos el diccionario como un inmenso edificio en el que cada palabra vive en su propio apartamento, el edificio del DED tiene 10900 apartamentos, algunos con una habitación (palabras con una sola acepción), algunos con varias (palabras polisémicas). Los hay incluso enormes, como el de vaina (4 acepciones y 10 locuciones) o el del verbo tirar (16 acepciones y 6 locuciones); algunos parecen verdaderas mansiones, como el de palo, con 56 locuciones, 2 frases proverbiales y 10 acepciones, entre las que se encuentra aquella que se podría ejemplificar como Este diccionario es un palo (disculpen la inmodestia).

 Algunas palabras combinadas adquieren significados insospechados que poco tienen que ver con sus significados aislados. Si guindar los tenis no solo significa ‘colgar unas zapatillas deportivas’, consulten las 4200 locuciones del DED 

Los ejemplos en el diccionario ayudan a su lector a ver las palabras en funcionamiento. En el DED hemos incluido más de 8000 ejemplos. La mayoría, unos 6000, procede de obras literarias de autores dominicanos; más de 600 se han extraído de páginas electrónicas dominicanas.  

Las cifras del Diccionario del español dominicano, aunque reveladoras, no son lo más importante. Mientras se construye un diccionario, como un edificio, la estructura es la protagonista. Una vez que la obra está en pie es esencial que vivamos en ella. Habitemos nuestro diccionario para que sus páginas se pongan al servicio de nuestra vida.

 

martes, 5 de noviembre de 2013

Misión cumplida


Hace unos días entregué las últimas páginas del Diccionario del español dominicano para su publicación. Cuando nos embarcamos en el gran proyecto de su diseño y construcción nos parecía que nunca podríamos llegar a este momento. Y, cuando digo nos embarcamos, no estoy utilizando lo que se conoce como plural de modestia: este diccionario va a ver la luz gracias al esfuerzo mancomunado de la Academia Dominicana de la Lengua y de la Fundación Guzmán Ariza pro Academia Dominicana de la Lengua.

Para hacer realidad los grandes proyectos son imprescindibles los conocimientos pero también la inmensa generosidad de compartirlos para lograr una obra común. Bruno Rosario Candelier, Director de la Academia Dominicana de la Lengua, derrocha conocimientos y generosidad intelectual para compartirlos. 

Para hacer realidad los grandes proyectos es imprescindible el entusiasmo y nosotros lo hemos mantenido incluso en los momentos más difíciles. Fabio Guzmán, presidente de la Fundación, y académico correspondiente, lo transmite con su pasión por la lengua y por el trabajo bien hecho.  

Para hacer realidad los grandes proyectos son imprescindibles la tenacidad y el rigor. Roberto Guzmán, académico correspondiente, que los ejerce como nadie, los ha puesto al servicio de este diccionario.  

Para hacer realidad los grandes proyectos es imprescindible que muchos pongan su mejor granito de arena. Muchos han sido los que han trabajado duro en esta obra lexicográfica, cada uno en su área (Loli Jiménez, Mickey Frith, Teresa Melián, Ruth Ruiz, Domingo Caba, Yolanda Garisoain). Todos pueden sentirse orgullosos de su trabajo. 

Ahora que lo pienso bien no me cabe la menor duda de que el Diccionario del español dominicano, ya no un proyecto sino una realidad, ha llegado a buen puerto. Misión cumplida.

 

 

viernes, 1 de noviembre de 2013

No dejemos rendijas


Los pronombres son palabras muy especiales. Su nombre ya nos da una pista sobre su función en la lengua: tienen la capacidad de sustituir a un sustantivo. Entre ellos están los pronombres personales. Uno de ellos (el pronombre personal átono le/les) nos trae de cabeza cuando lo usamos.

Con un pequeño esfuerzo podemos usarlo correctamente. Este pronombre se usa para sustituir al complemente indirecto en la oración. A veces también lo duplica y tanto el pronombre  como la forma plena aparecen al mismo tiempo en la frase. Por el género no tenemos que preocuparnos: este pronombre se refiere tanto a sustantivos femeninos o masculinos. En la frase Le ha dado un abrazo a su hermano el pronombre le se refiere al sintagma a su hermano. Si el sintagma fuera a su hermana el pronombre seguiría siendo el mismo: Le ha dado un abrazo a su hermana.

El único detalle que debemos tener presente es que hay que mantener el número del nombre al que se sustituye o al que nos referimos: Les ha dado un abrazo a sus hermanos. Si no hacemos esta concordancia la frase que resulta es incorrecta: *Le compramos un helado a los niños. Si el referente es múltiple el pronombre debe ser también plural. Si mandamos un correo electrónico a Eva y a Maite no *le mandamos un correo sino que les mandamos un correo.

La concordancia es la que hace la diferencia. En la escuela pasamos sobre ella como de puntillas pero es muy importante que comprendamos que supone la ligazón imprescindible para unir unas piezas con otras. Si las piezas no encajan lo que queremos transmitir se nos escapa por las rendijas.

martes, 22 de octubre de 2013

En temporada de pelota también podemos mejorar nuestro español: rolin

Un rolin empuja un poco más la bola que un rolling. Este sustantivo se incluye en el Diccionario del español dominicano (DED) con la definición 'En el beisbol, batazo que desplaza poco la pelota y la hace rodar por el suelo'.
Una adaptación al español que requiere poco esfuerzo.  Ya que estamos ante un extranjerismo muy extendido podemos optar por la forma más adaptada gráficamente a nuestra lengua y que refleja nuestra ortografía y nuestra pronunciación del término inglés.
Si queremos usar el término en plural le añadimos una -s y, por supuesto, le colocamos la tilde sobre la o: rólins.
 
 

Falsos amigos


Nuestra lengua no es una entidad aislada. Ninguna lengua lo es. Las lenguas se relacionan unas con otras por su cercanía histórica, geográfica, cultural o económica.
              Estas interrelaciones producen con mucha frecuencia que una palabra del español adquiera un valor nuevo debido a una traducción incorrecta o poco cuidadosa de una palabra extranjera. Los llamamos falsos amigos. Son voces de lenguas distintas que se parecen mucho en su forma pero no así en sus significados.
              Los aficionados a las series norteamericanas sufrimos con paciencia el uso repetido de bizarro con el sentido de ‘raro, extravagante’, significado del francés o del inglés bizarre. En español una persona bizarra es una persona valiente o generosa. La bizarría del español se refiere a valentía o generosidad. Por más que estas cualidades puedan resultarnos “raras” o “extravagantes” en este mundo de hoy, el significado de la palabra en español no puede estar más alejado del significado de su falso amigo inglés o francés.
              Algo similar ocurre cuando, por referirnos a problemas graves de salud, decimos *severos problemas de salud. En español aplicamos el adjetivo severo a quien es ‘riguroso o duro en el trato o en el castigo’, o a quien es ´exacto y rígido en la observancia de una ley, precepto o regla’ (¿existen de estos todavía?). 
             Puntual en nuestra lengua se refiere a quien “llega a un lugar o parte de él a la hora convenida’ (y de estos, ¿quedan?). No es correcto, por tanto, usarlo para referirnos a algo que es concreto o esporádico.
              Teman a los falsos amigos, en la lengua y en la vida; parecen lo que no son.

 

lunes, 21 de octubre de 2013

Pelota / béisbol / beisbol


             Beisbol  y béisbol (ambas acentuaciones son válidas) son extranjerismos adaptados plenamente al español de forma espontánea procedentes del sustantivo inglés baseball.
              Generalmente los préstamos que calan en el uso de los hablantes empiezan a usarse en su forma original pero acaban experimentando cambios que facilitan su integración plena en nuestra lengua. El cambio fundamental es el que mantiene el enlace entre pronunciación y escritura propio de la lengua española. Por tanto, la palabra baseball  se modificó, según nuestras reglas ortográficas, para que su grafía española se adecuara a su pronunciación en inglés.
              En el Caribe y en Venezuela usamos además la palabra patrimonial pelota para referirnos a este deporte. Es una nueva acepción de una palabra ya existente en nuestra lengua. Así se recoge en el Diccionario de la lengua española (DRAE).

miércoles, 16 de octubre de 2013

Una arroba de palabras


¡Qué caprichosa es a veces la historia de las palabras! Nuestra imprescindible arroba, ciudadana del siglo XXI, nació hace ya unos cuantos siglos cuando ni siquiera la imprenta se había inventado. Echaban mano de ella los escribientes para abreviar ciertas preposiciones y conjunciones (ad, at), como usaban la ñ para abreviar la doble n latina, origen de nuestra querida letra eñe. Recuerden que la escritura era manuscrita y a pluma, de ave, no estilográfica. Todo lo que pudiera abreviarse era más que bienvenido. En español se usó además como símbolo para representar una unidad tradicional de medida de capacidad o de masa; hablamos así de una arroba de vino o de aceite o de un puerco de quince arrobas. 

La @ ha sobrevivido y, con más vitalidad que nunca, ha brincado desde los escritorios de los amanuenses y desde los almacenes de los campesinos, con su regusto añejo, a nuestros imprescindibles correos electrónicos; del códice a la pantalla del ordenador. Es un caso precioso de adaptación de lo patrimonial a las nuevas necesidades de los hablantes.

No tan preciosa y, desde luego, incorrecta es la costumbre reciente de recurrir a ella para unificar formas masculinas y femeninas. Nosotros nos metimos en el problema, al duplicar innecesariamente los géneros. La lengua ya tenía una solución gramatical: el uso del género masculino para expresar a todos los miembros de una clase, sin distinción de sexos. Una arroba de palabras en busca de eco entre los hablantes.    

martes, 8 de octubre de 2013

Duda saludable


Atender un servicio de consultas ortográficas y gramaticales es una inigualable cura de humildad. Muchas veces las dudas de los lectores provocan la duda de quien está destinado a solucionarlas. Y la duda en ortografía es siempre muy saludable. Para mantenernos en forma lingüística no hay nada mejor que una buena dosis de diccionario; para los que deseen una entrenadora personal, la Ortografía de la RAE.  

A esta entrenadora personal de elite acudí yo. ¿Se escriben las siglas con tilde o sin ella? La respuesta fue concisa y clara: las siglas escritas en mayúsculas no mantienen las tildes de las palabras a las que representan. La sigla IDH (Índice de desarrollo humano) no lleva tilde aunque la I sea la inicial de Índice, que sí la lleva por su condición de esdrújula.  

Hay siglas, además, que pueden leerse como se escriben; las conocemos como acrónimos y, algunas veces, gracias a su uso frecuente, pueden llegar a convertirse en palabras. Entre las locales tenemos a la AMET (Autoridad Metropolitana de Transporte) y a la OMSA (Oficina Metropolitana de Servicios de Autobuses). El uso habitual entre nosotros de estos términos, para referirnos a los agentes de tránsito o a los autobuses públicos, los ha transformado en sustantivos comunes que, como tales, se escriben con todas sus letras minúsculas y siguen las reglas de la tilde como cualquier otro sustantivo común. Acrónimos ingleses produjeron palabras españolas como láser o radar que se adaptan a la perfección a las reglas ortográficas de nuestra lengua.   

 Otra forma de ver la ortografía: como una excelente gimnasia mental. No se dejen cohibir por las dudas. Todos las tenemos y son el acicate perfecto para seguir aprendiendo.

 

 

domingo, 6 de octubre de 2013


Coloquio de la lengua Octubre 2013

 

 

ACADEMIA DOMINICANA DE LA LENGUA

CORRESPONDIENTE DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

Fundada el 12 de octubre de 1927

“La Lengua es la Patria”

Santo Domingo, República Dominicana

 

 COLOQUIO DE LA LENGUA


JUEVES 10  DE OCTUBRE DE 2013, 9:00 AM

 
BRUNO ROSARIO CANDELIER

Las coordenadas intelectuales en el libro La Feria de las ideas

de Federico Henríquez Gratereaux

 

IRENE PÉREZ GUERRA

La corrección gramatical en el libro Usted no lo diga

de Mariano Lebrón Saviñón

 

JOSÉ ENRIQUE GARCÍA

La valoración ortográfica en el libro Palabras para compartir

de Rafael González Tirado

 

ODALÍS PÉREZ NINA

Concepción lingüística en el libro Cultura de la lengua

de Manuel Matos Moquete

 

ANA MARGARITA HACHÉ

Sentido de dominicanidad en el libro Identidad lingüística de los dominicanos, de Orlando Alba

 

MANUEL NÚÑEZ ASENCIO

Enfoque lingüístico en el libro La fragua del sentido

de Bruno Rosario Candelier

 

C/ Mercedes 204, Ciudad Colonial, Santo Domingo, República Dominicana.


 

martes, 1 de octubre de 2013

Con o sin


Pocas cosas quedan sin explicación en la lengua. No hay nada como poder dar una razón clara cuando un hablante nos plantea una duda.
Las palabras de una sola sílaba no llevan tilde. La presencia o la ausencia de la tilde en español sirve para marcar cuál es la sílaba tónica de una palabra y su uso deja de tener sentido cuando la palabra es monosílaba.
Cuando utilizamos la tilde en las palabras de una sola sílaba la justificación es otra. En estos casos la llamamos tilde diacrítica porque nos sirve para diferenciar dos palabras distintas pero que coinciden en su forma, aunque una de ellas es tónica y la otra no. En esta situación se encuentran las parejas mí/mi y sí/si. 
Cuando mi es el adjetivo posesivo (mi nombre, mi apellido) o se trata del nombre de la nota musical no usamos la tilde; en cambio, cuando se trata del pronombre personal la tilde diacrítica es obligatoria: Para mí es imprescindible el diccionario. Cuando si es el nombre de la nota musical (si bemol sostenido) o la conjunción condicional (si tú me dices ven…) no lleva tilde; sin embargo, el pronombre reflexivo (confía en sí misma) debe escribirse con tilde diacrítica. No olvidemos que el pronombre ti no necesita distinguirse de otra palabra con la misma forma, porque no la hay, y que, por esta razón, no tenemos necesidad de colocarle la tilde.
Parece mentira que esa pequeña rayita inclinada nos ayude tanto a leer y a entender lo que leemos y, además, a distinguir unas palabras de otras, que nunca viene mal.

 

martes, 10 de septiembre de 2013

Nunca sabemos demasiado


Hay algunas palabras que, a pesar de su sencillez, vemos usadas erróneamente con cierta frecuencia. La palabra demasiado, y su forma femenina demasiada, es una de ellas. Intentemos deshacer el entuerto, como si fuéramos caballeros andantes manchegos. Cuando la aplicamos a un sustantivo la usamos en función de adjetivo. Con ella expresamos que lo que el sustantivo significa tiene exceso o demasía: demasiado trabajo. En esta función como adjetivo presenta variación de género (masculino y femenino) y número (singular o plural) para concordar con el nombre al que se refiere: demasiado calor, demasiada lluvia, demasiadas emociones.
     Pero esta misma palabra puede usarse también como adverbio y, como tal, permanece invariable, puesto que los adverbios no tienen cambio de género ni de número. Su función adverbial aparece cuando aplicamos demasiado a un adjetivo, a un verbo o a otro adverbio; en este caso significa ‘excesivamente’ y queda fijo en la forma masculina singular. Un hombre puede ser demasiado atrevido y una mujer demasiado atrevida; lo que no podemos decir es que una mujer es *demasiada atrevida. Un tomate puede estar demasiado maduro y una manzana demasiado madura pero no *demasiada madura. 
     Si la conocemos y la respetamos la lengua nos muestra las normas que la rigen. Seguir estas normas aumenta la calidad de nuestra expresión hasta en los más pequeños detalles. Si de lengua española se trata, rica por historia y por tradición, nunca aprenderemos demasiado.

martes, 3 de septiembre de 2013

En boca de todos


A falta de otra excusa, me consuelo pensando que aprovecho los habituales tapones capitaleños para algo más que para desesperarme. Entre los participantes en un popular programa vespertino de radio surgió la duda de cuál era el plural de maní. ¿Maníes,  manís o manises? Hubo opiniones para todos los gustos. Vaya para ellos mi felicitación porque, medio en broma, medio en serio, la duda gramatical y la corrección a la hora de resolverla se consideró importante. Me habría gustado poderles hacer llegar la regla gramatical en ese momento pero, ya saben, el guía está reñido con los aparatos electrónicos, o así debería ser.   

En español el plural se forma añadiendo –s o –es y existen algunos casos en los que la palabra puede permanecer invariable, aunque son poco frecuentes. Hasta aquí parece fácil. Un caso particular es el de los sustantivos y adjetivos terminados en –i o en –u tónicas, como maní, pero también como ají, bisturí, tabú o carmesí. Estas palabras admiten dos formas para el plural, ambas consideradas correctas, aunque en la lengua culta suele preferirse la primera: maníes/manís, ajíes/ajís, bisturíes/bisturís, tabúes/tabús, carmesíes/carmesís. Resuelta una de las dudas de nuestros amigos de la radio.

La tercera posibilidad, la que forma el plural en –ses, se considera vulgar, por lo que el “chocolate con manises” del que hablaban debería corregirse. Nunca faltan los pequeños detalles: el plural de la afirmación cuando la usamos como sustantivo es síes; el de la nota musical es sis.

Me encanta que la gramática salga de las aulas y de las academias y esté en boca de todos, nunca mejor dicho.

 

martes, 27 de agosto de 2013

Para mucho más


              No me canso de recomendarles que tengan a mano un buen diccionario. A mí se me hace imprescindible y aspiro a que muchos de ustedes compartan esta necesidad. El diccionario nos ayuda con el significado de las palabras, nos asiste, y mucho, con la ortografía y también, sí, también, con la gramática.
              Los diccionarios tradicionales incluyen la gramática de varias formas. Además de indicar la categoría gramatical de cada palabra, es decir, a qué clase de palabras pertenece, suelen proporcionar un apéndice gramatical. En ellos suelen aparecer modelos de conjugación verbal. Cuando un verbo es irregular se nos dice conforme a qué modelo se conjuga para que podamos conocer su forma correcta.
              Estos modelos de conjugación tradicional han cambiado mucho con los nuevos formatos digitales de los diccionarios. Ahora su uso es fácil y está al alcance de muchos hablantes. Mi hija, que se resiste a la conjugación irregular de verbos como satisfacer desde que le apareció en un examen, es una candidata segura a utilizarlo con frecuencia. Le expliqué que satisfacer se conjuga como hacer. En condicional, por tanto, será satisfaría como el condicional de hacer es haría. En presente de subjuntivo serán satisfaga y haga, respectivamente.

              Mucho más práctico le resultó entrar en la versión en línea del Diccionario de la lengua (http://lema.rae.es/drae) de la Real Academia, buscar el verbo satisfacer, pulsar en el pequeño óvalo azul a la izquierda del verbo con el rótulo conjugar, y, por arte de las nuevas tecnologías, encontró la conjugación completa en su pantalla.
              ¿Seguimos pensando que las nuevas tecnologías no harán que satisfagamos nuestros deseos de aprender?

martes, 20 de agosto de 2013

Muchos pero en singular


              Desde nuestros días escolares relacionamos el singular con las palabras que se refieren a una sola cosa o persona y el plural con las palabras que se refieren a más de una. Nuestra lengua tiene además sustantivos que, en número singular, se refieren a una realidad plural. Se denominan sustantivos colectivos y estoy segura de que, aunque los términos gramaticales les resulten extraños, si les hablo de rebaño, higüeral, familia, enjambre, mosquero o palmar, saben muy bien a lo que me refiero. Todas estas palabras designan un conjunto de seres que pertenecen a la misma clase.

              La lengua tiene sus propias reglas internas que le permiten funcionar como un mecanismo engrasado. Cuando estas palabras (recordemos que están en singular) funcionan como sujeto, el verbo debe conjugarse en singular.  Muchas veces nos dejamos llevar por la realidad y nos olvidamos de la gramática, sobre todo si sujeto y verbo están muy alejados en la frase.  La gente del barrio, que había organizado una junta de vecinos, se *reunían todos los sábados. El verbo debió ser reunía porque el sujeto gente es singular, aunque se refiera a un conjunto de personas. 

              Como siempre hay casos particulares. Si el verbo de la oración es ser y el atributo es un sustantivo, ambos van en plural. La gente del barrio son ciudadanos comprometidos. Sin embargo, si el atributo es un adjetivo, tanto el verbo como este concuerdan en singular. La gente del barrio es activa y dedicada.

              Cuando hablamos de gramática muchas veces nos preguntamos cómo es posible que nos acordemos de todos estos detalles. Esa es la grandeza de la cercanía de una lengua materna. La hemos interiorizado hasta dejar de notarla. No la demos demasiado por supuesta.

martes, 13 de agosto de 2013

Feliz centenario


En agosto de 2013 conmemoramos el tercer centenario de la fundación de la Real Academia Española. En 1713, exactamente un jueves 3 de agosto, un grupo de intelectuales españoles decidió  formar una corporación para la defensa y mantenimiento de la lengua española, al estilo de las que ya existían en Francia e Italia para la defensa del francés y el italiano. Y fíjense que su nombre es ese, Real Academia Española, y que no lleva, aunque a veces se le ponga, el “apellido” de la Lengua. Fue la primera de estas corporaciones en España y, por su condición de primera y única en ese entonces, no necesitaba apellidos para individualizarse.  

Los académicos se fajaron de inmediato. Su objetivo principal fue la construcción de un diccionario, que después se conoció como el Diccionario de Autoridades y vio la luz entre 1726 y 1739. Las palabras que pueblan sus seis volúmenes están ejemplificadas con citas de autores en lengua española; son las autoridades que muestran cómo se usan las palabras. Con su iniciativa demostraron su pasión por su propia lengua a la que le dedicaron estas palabras: “La lengua castellana en nada cede a las más cultivadas con los afanes del arte y del estudio. Es rica de voces, fecunda de expresiones, limpia y tersa en los vocablos, fácil para el uso común, dulce para los afectos, grave para las cosas serias, y para las festivas abundantísima de gracias, donaires, equívocos y sales”.

Durante largos años la Real Academia fue única; con el tiempo se rodeó de hasta 21 academias que representan a los hablantes de otros tantos países en los que se habla el español como lengua materna. Entre ellas está nuestra Academia Dominicana de la Lengua, fundada el 12 de octubre de 1927, y que comparte con sus iguales la misma misión: estudiar, defender y valorar el español de todos.  

 

 

martes, 6 de agosto de 2013

Consejos para elegir las palabras II


Desde la semana pasada tengo una deuda con ustedes. Espero que hayan practicado con los cinco consejos que les propuse y que ahora hagan lo propio con los cinco restantes.  

Sexto consejo: huir de las redundancias. Expresiones como cita previa o protagonista principal demuestran poco dominio del significado de las palabras. Si se paran a pensar, las citas siempre son previas y los protagonistas principales.  

Séptimo consejo: evitar el uso excesivo de las perífrasis. Si se puede decir empezar, ¿por qué decir dar inicio? 

Octavo consejo: rehuir los extranjerismos. Si en nuestra lengua hay una palabra que expresa un concepto, es innecesario, y demuestra pobreza de vocabulario, recurrir a una palabra de otra lengua. Si en español tenemos los hermosos consejos, ¿por qué de repente tienen que convertirse en tips?    

Noveno consejo: elegir el registro correcto y no cambiarlo mientras escribimos. Si nuestro escrito admite el tono coloquial, debemos mantenerlo; si, por el contrario, nos decidimos por un tono formal, debemos serle fieles.  

Décimo consejo (mi preferido): no le tengan miedo al diccionario. Un amigo confiable que nos ayuda con los significados de las palabras y con su ortografía nunca viene mal. Es el manual de consulta esencial para un hablante y mientras más lo usamos, más lo necesitamos.

No reserven estos consejos para escritos largos y formales. Ténganlos a mano y aprovéchenlos cada vez que escriban (notas en la puerta de la nevera, listas para el súper, correos electrónicos y mensajes de texto o en las redes sociales). Todos nos lo agradecerán.

 

 

 

martes, 30 de julio de 2013

Consejos para elegir las palabras I


Para hablar y escribir bien contamos con una materia prima fundamental: las palabras. Elegir las correctas dependerá del vocabulario de cada hablante. Los que dispongan de un mayor bagaje léxico tendrán más posibilidades de elección y su expresión será, probablemente, más apropiada y variada. Los hablantes que posean un vocabulario pobre tendrán que esforzarse para que esta pobreza no se vea reflejada en su comunicación.  

La aplicación de unas reglas simples puede ayudarnos a mejorar. Daniel Cassany, profesor de la Universidad Pompeu Fabra,  propone diez consejos que quiero compartir con ustedes. Les garantizo que les resultarán útiles.
 

Primer consejo: evitar repeticiones. Los textos ganan mucho con la variedad. Las repeticiones y las muletillas (me encanta esta palabra; me imagino a un hablante cojo apoyado en su muleta) empobrecen lo que decimos.    

Segundo consejo: preferir lo sencillo. Las palabras grandilocuentes sobrecargan nuestra expresión y, muchas veces, no son las más adecuadas. Lo simple y lo natural siempre luce más, también en las palabras.

Tercer consejo: huir de las palabras vacías. Los verbos como ser, estar, poder, haber o tener se usan mucho en español pero, con un pequeño esfuerzo, podemos sustituirlos por verbos más concretos que se adecuen mejor a lo que queremos decir.

Cuarto consejo: ¡ojo con los adverbios en –mente! Son correctos y útiles pero si dejamos que se multipliquen en nuestros textos los vuelven pesados.

 Quinto consejo: usen palabras que organicen sus escritos. Expresiones como en primer lugar, en consecuencia, a continuación, etc., están en nuestra lengua para poner orden en la expresión de nuestras ideas.

Les debo los otros cinco consejos para una próxima Eñe. Vayan practicando con estos. Sus lectores lo agradecerán.

 

martes, 23 de julio de 2013

Si quieren seguir conociendo a María Moliner

http://cvc.cervantes.es/lengua/mmoliner/default.htm

Eso es lo que nos hace falta


Los autores de diccionarios tienen dos destinos. El destino más ingrato logra  que sus nombres se pierdan entre las páginas de sus obras. El destino más glorioso convierte sus apellidos en el nombre del propio diccionario.

Así le ocurrió al lexicógrafo italiano del siglo XV Ambrosio Calepino: durante siglos se les ha llamado calepinos a los diccionarios latinos. Al mejor diccionario ideológico del español se le conoce como “el Casares”, en honor al apellido de su autor, Julio Casares. El irrepetible Diccionario de uso del español es conocido por “el María Moliner”.

Los que amamos los diccionarios tenemos una deuda de gratitud con Doña María Moliner. Nació con el siglo XX, se atrevió a marcar el  camino en años muy difíciles y, con su valentía, nos dejó el listón muy alto. María Moliner en una carta dirigida a bibliotecarios rurales nos dejó estas frases que hoy comparto con ustedes:  

No será buen bibliotecario el individuo que recibe invariablemente al forastero con palabras que tenemos grabadas en el cerebro, a fuerza de oírlas […]: «Mire usted, en este pueblo son muy cerriles; usted hábleles de ir al baile, al fútbol o al cine, pero… ¡a la biblioteca…!».

No, amigos bibliotecarios, no. En vuestro pueblo la gente no es más cerril que en otros pueblos de España ni que en otros pueblos del mundo. Probad a hablarles de cultura y veréis cómo sus ojos se abren y sus cabezas se mueven en un gesto de asentimiento, y cómo invariablemente responden: ¡Eso, eso es lo que nos hace falta: cultura! Ellos presienten, en efecto, que es cultura lo que necesitan, que sin ella no hay posibilidad de liberación efectiva, que solo ella ha de dotarles de impulso suficiente para incorporarse a la marcha fatal del progreso humano sin riesgo de ser revolcados.

Sobre ella y sobre su vida, honesta e impresionante, se ha escrito mucho, incluso protagoniza una obra de teatro. El mejor homenaje que todos podemos hacer, y nos vendrá muy bien además, es conocer su diccionario y aprovechar toda la sabiduría que nos dejó entre sus páginas.